sábado, 18 de abril de 2009

Formacion

Mariátegui y la revolución en Latinoamérica:
Una introducción al pensamiento del revolucionario peruano
En el desarrollo del pensamiento y obra del revolucionario peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930) el marxismo latinoamericano abandona los límites que lo encerraban en la imitación mecánica de los modelos europeos. De esta manera, toma su propio rumbo de cara a la realidad social del continente y a la búsqueda de una estrategia revolucionaria, rechazando el “etapismo” basado en la concepción de una revolución democráticoburguesa. Para comprender el carácter de la revolución que Mariátegui concebía, nos basaremos brevemente en su polémica con Haya de la Torre. Mariátegui colaboró con Haya de la Torre y la Alianza Popular Revolucionaria Américana (APRA), mientras esta organización se mantuvo como frente único, como una alianza popular de clases oprimidas. Pero cuando en 1928, Haya de la Torre decidió transformar el APRA en partido político unificado, Mariátegui rechazó esa propuesta y rompió con este. Haya de la Torre consideraba que en América latina el imperialismo no es como decía Lenin, la última fase del capitalismo, sino la primera, pues, en su “teoría del espacio-tiempo histórico“ no se podía plantear una revolución socialista anticapitalista dada la estructura social atrasada del continente, porque es a partir de la inversión de capitales imperialistas que se van extendiendo las relaciones sociales capitalistas y desde esa lógica sostenía que la revolución tenía que ser primero social y después socialista, pues la clase obrera era numéricamente reducida, no educada y se encontraba dispersa. Además sostenía que era una clase que no tenía mucho interés en enfrentarse con el capital imperialista porque éste le proporcionaba mejores condiciones de trabajo que las burguesías locales, y las capas medias, en cambio, nada recibían del imperialismo y eran las más explotadas. En resumen, el proletariado peruano no estaba capacitado para organizarse por sí mismo como clase, ni para tener su propio Partido y, mucho menos, para ser vanguardia de la revolución. Por el contrario, eran las capas medias, consideradas más progresistas y revolucionarias, las llamadas a encabezar la revolución antiimperialista y a convertirse en burguesía nacional para ser la vanguardia de la revolución.
Es por esto, que proponía un partido pluriclasista conformado por obreros, campesinos y clase media con hegemonía de esta última. No proponía construir una sociedad socialista, sino de transición con un estado antiimperialista cuyo régimen económico de base estaría conformado por la empresa privada, por las cooperativas y por el capitalismo estatal.

Mariátegui, por su parte, argumentaba que las clases medias no pueden ser consecuentemente antiimperialistas y, mucho menos, pueden ser clases dirigentes del partido y la revolución en Perú. Si acaso alguna vez tomaran el poder, eso no significaría la llegada del socialismo, menos la conquista del poder del proletariado. Además, una política meramente antiimperialista no era suficiente porque no anulaba el antagonismo de clase y sólo el socialismo garantizaba una valla definitiva a la rapiña imperialista.

En ese sentido, expone en la revista Amauta, fundada por él en 1926, lo siguiente: “la vanguardia del proletariado y los trabajadores conscientes, fieles a su acción dentro del terreno de la lucha de clases, repudian toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de las otras clases. Condenamos como oportunistas toda política que plantee la renuncia momentánea del proletariado a su independencia de programa y acción, la que en todo momento debe mantener íntegramente. Por eso repudiamos la tendencia del APRA”. Mariátegui proponía un partido de clase. Consideraba que la clase obrera y los trabajadores en general sí están capacitados para organizarse políticamente y ser la base de una fuerza socialista, que tendrá que crecer a medida que se desarrolle la conciencia de clase proletaria. En la síntesis dialéctica entre lo particular y lo universal, sostenía que en los países europeos la clase obrera industrial tenía la posibilidad de desarrollar el socialismo, mientras que en América Latina los partidos revolucionarios no podían darse el lujo de prescindir del campesinado y de los trabajadores indígenas. La revolución no sólo tendría una dimensión antiimperialista sino antifeudal, paso previo para sentar las bases del socialismo y expresaba con gran claridad: “no queremos ciertamente que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He ahí una misión digna de una generación nueva”
Mauricio Rosales

Publicado en A vencer Nº 8

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