Una nueva realidad y nuevos desafíos
Hace 516 años, un 12 de octubre, llegaba a este continente Abya Yala (continente de Vida), Cristóbal Colón quién, según la historia del poder, vino a “descubrir América”. En verdad aquí ya vivían mujeres y hombres que desarrollaron grandes culturas, en su gran mayoría en una relación de armonía con la naturaleza. La llegada de los conquistadores y la imposición de un sistema económico basado en la búsqueda irracional de acumular riquezas generaron una de las más grandes matanzas en la historia de la humanidad.
Esa imposición de un sistema asesino tuvo como pata fundamental la justificación ideológica de que esto se hacía “en nombre de Dios” y para civilizar a los salvajes. La iglesia católica, una institución que ya tenía experiencia en matar y perseguir a todos los que cuestionaran el poder, cumplió un rol clave en la conquista. Porque no solamente se trató de sojuzgar a los pueblos y de extraer las riquezas sumiendo a los hombres en la servidumbre, sino que buscaron quebrar toda subjetividad alternativa al naciente sistema capitalista que empezaba a hacerse hegemónico a nivel mundial.
El saqueo y la muerte fueron moneda común en los primeros siglos, pero ante tanta agresión los pueblos originarios nos organizamos y mantuvimos la resistencia. Los grandes levantamientos encabezados por Tupac Amaru y Tupac Katari fueron los antecesores de lo que después serían las revueltas por la independencia que comenzaron en 1810 y también de las insurrecciones de los últimos años en Bolivia y Ecuador
La lucha por lograr la independencia de España tuvo una fuerte presencia indígena que luchó junto a los ejércitos, aunque luego la historia del poder escondiera a los indígenas y a los negros como parte fundamental de esta gesta. Esto se demuestra en hechos tales como que el primer acta de independencia de este país se leyó en quechua, o que en el congreso de Tucumán varios de los diputados propusieran la restauración de la “Monarquía Inca”, como modelo de una nación armónica y organizada
Sin embargo después de la independencia y con la imposición de las oligarquías terratenientes y sus modelos de integración subordinada al sistema capitalista, los pueblos indígenas fuimos atacados, considerados ciudadanos de segunda y, para peor, dividieron nuestros antiguos territorios pretendiendo encerrarnos en las fronteras impuestas desde el poder
Los nuevos estados, conformados en directa sumisión al imperialismo, no sólo no reconocieron a los indígenas, sino que nos trataron como hicieron los españoles. Sin dudas el ejemplo más claro fue el trato que dieron al pueblo mapuche los estados de Chile y Argentina a fines del siglo XIX, ese orgulloso pueblo que nunca los españoles habían logrado conquistar.
La supuesta independencia y libertad jamás llegó ser conocida por los pueblos originarios, sólo silencio, exclusión, imposición y muerte fue lo que recibimos por parte de los nuevos Estados. La historia se repitió hasta hoy, cuando ya pasaron más de 500 años de la llegada del español.Cuando casi todo los “países” de esta Indoamérica 1 descuartizada se preparaban a “festejar” el aniversario del descubrimiento de América, las organizaciones indígenas comenzamos a demostrar con múltiples acciones que seguimos luchando por recuperar nuestras formas milenarias de organización social, nuestra cultura y, lo más importante, nuestro territorio.
Y cuando muchos ya nos daban por muertos surgimos desde lo más profundo de nuestra madre tierra para defender este mundo que esta siendo destruido por este sistema económico antinatural. Así es como surgieron expresiones de lucha que, con distintas herramientas y métodos, demostraron que la “cuestión indígena” sigue siendo clave para entender la lucha social en nuestro continente y para intentar articular un proyecto de transformación de esta sociedad.
Desde el EZLN en México, las sublevaciones indígenas en Ecuador, el primer presidente indígena en Bolivia, la creación del ministerio indígena en Paraguay, la resistencia de los Mapuches en Chile y Argentina, son muestras por arriba y por abajo de que los indígenas estamos y somos parte de los que resisten los planes del imperialismo.
Los indígenas y la cuestión de clase
El auge de los movimientos indígenas en Indoamérica ha generado un gran debate sobre qué posición debe tener el marxismo revolucionario, una discusión central para todas las organizaciones (no hay forma de entender, por ejemplo, el proceso en Bolivia sin integrar al análisis la cuestión de la opresión racial) y que nos atraviesa especialmente a los que nos reivindicamos como indígenas y como marxistas revolucionarios. Hay un variado espectro de posiciones que intentan plantear una política de clase a la lucha indígena.
En algunos casos se llegó a simplificar el tema indígena al punto de sostener que si la lucha es por la tierra, entonces los indígenas son campesinos y por ende la reforma agraria es la solución y que no hay un problema más allá de eso. Este planteo reduccionista, que fue aplicado por la mayoría de las organizaciones marxistas, deja excluida la cuestión de la opresión racial que también sufren los indígenas urbanos y aquellos que trabajan en la industria, como los mineros en Bolivia o los miles de mapuches en Patagonia.
Quien sostenga que los indígenas son campesinos demuestra que tiene una visión mecánica de la realidad y es un desafío de las marxistas elaborar una línea política acorde a la realidad mucho más compleja en la que vivimos. El marxismo ha tenido mucha presencia en los movimientos indígenas, como en Ecuador donde unos de los fundadores del PC de ese país fueron las organizaciones indígenas. Nuevamente debemos marcar el papel de las distintas iglesias que en los últimos años han profundizado su política de ingresar dentro de los movimientos indígenas para sacarles toda posición anticapitalista. Esta acción hoy se ve en las posiciones de la mayoría de las organizaciones indígenas en Argentina, que lamentablemente han sido ganadas por este discurso y realizan una práctica reformista con posturas fuertemente antimarxistas.
Para nosotros como MIR la contradicción principal en este sistema es la que se produce entre el capital y el trabajo, pero a su vez dentro del sistema se producen y reproducen otras muchas formas de opresión que contribuyen a mantener el sistema y a dividir a los explotados. Así actúa especialmente la opresión de género y la racial. Por eso consideramos que la cuestión indígena debe ser abordada dentro del marco general de la necesidad de una transformación de la sociedad, pero tomando también su especificidad y comprendiendo que la transformación social que buscamos no es un simple cambio de la estructura económica sino una completa revolución de la subjetividad, especialmente de todas aquellas formas que reproduzcan la opresión y la explotación que sostiene al sistema.
Por una posición marxista revolucionaria
El planteo de Lenin sobre la “autodeterminación de los pueblos” aparece como abstracto cuando se aplica a los pueblos indígenas de este continente porque para muchos partidos de izquierda los indígenas no seríamos pueblos oprimidos o, en el peor de los casos, porque cuando reivindicamos nuestro derecho al territorio somos acusados de “secesionistas”, de que buscamos destruir los actuales Estados que fragmentan a Indoamérica. Hasta algunos trasnochados llegan al absurdo de sugerir que los indígenas que luchamos por nuestro derecho al territorio somos utilizados por el imperialismo yanqui (sería bueno que les expliquen esto a los compañeros mapuches presos políticos del gobierno de Chile).
Desde la mayoría de las organizaciones hay una gran incapacidad para mirar e interpretar la realidad como lo hacemos los pueblos indígenas, eso permitiría entender que los que tienen planteos separatistas nunca seremos nosotros y sí muchas veces aquellos que son descendientes de los que “bajaron del barco”, y aún más los distintos operadores del imperialismo, a quienes no se los encontrará entre los indígenas que luchamos y sí en las embajadas de los países del norte.
No son lo mismo las autonomías que los prefectos opositores de Bolivia (avalados por los EE.UU.) sostienen y reclaman que la legítima autodeterminación de los pueblos. En este tema las organizaciones indígenas con una perspectiva transformadora han propuesto la necesidad de reconstruir un estado verdaderamente plurinacional y multicultural, como una muestra clara de quién busca dividir y quién integrar.
Este debate hoy atraviesa a las organizaciones indígenas y se vincula con la discusión sobre la relación con los Estados capitalistas. Para nosotros en definitiva es la discusión de si es o no posible, en el marco de un estado capitalista, desarrollar el respeto a las distintas etnias y culturas, terminar con la opresión racial y asegurar la igualdad para todos. Como revolucionarios es claro que para nosotros esto es imposible, ya que un sistema que se sostiene en la explotación no puede asegurar la igualdad no sólo de derechos sino de hecho para todos. Por eso consideramos que la posibilidad de formar un Estado distinto en el camino de una sociedad en la que ya no exista ninguna forma de explotación ni de opresión, está en la unidad de todos los explotados y los oprimidos en la lucha por la revolución socialista.
Consideramos que, para lograr nuestras reivindicaciones históricas, los pueblos indígenas debemos asumirnos como anticapitalistas y que somos culturas que se complementan luchando por recuperar nuestro territorio pero no para expulsar a quienes no son indígenas sino para derrotar a quienes hoy nos oprimen. Este es el desafió que tenemos los integrantes de los movimientos indígenas, la lucha ideológica contra las posiciones reformistas y entender que a los indígenas nos hicieron a la fuerza obreros y campesinos pero a la vez nos dieron el arma mas poderosa para derrotar al capitalismo. Como decía Marx, mientras la burguesía avanza va cavando su tumba y cría a sus enterradores.
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