viernes, 13 de diciembre de 2013

Editorial AV Nro.60


Haciendo los “deberes” para el mercado

  
El gobierno nacional busca recomponer su relación con el “establishment”. Necesita atraer inversiones extranjeras y endeudarse con organismos internacionales para suplir la caída de las reservas. Mientras tanto, acelera el ritmo de devaluación del peso.
Desde hace un par de meses, el gobierno nacional viene implementando una curiosa forma de “profundizar el modelo”, bastante a contramano de la reivindicación “nacional y popular” que el kirchnerismo adjudica a su gestión de gobierno. 
A mediados de septiembre reabrió por tercera vez el canje de deuda para pagar a los tenedores de bonos que no ingresaron en los dos anteriores procesos de canje. Días después, arregló con cinco multinacionales que litigaban contra Argentina ante el CIADI (reconociéndole de hecho jurisdicción a este tribunal internacional del saqueo, que responde a los intereses de los capitales multinacionales y las potencias imperialistas).
El acuerdo con la multinacional petrolera yanqui Chevron, para la explotación de Vaca Muerta en Neuquén, mediante el método del fracking, supuso un salto de calidad enorme en esta orientación de entrega y dependencia, que es justificada con argumentos que apelan al pragmatismo imprescindible de política económica. En la misma línea, va el más flamante anuncio del acuerdo para el pago de 5.000 millones de dólares con la petrolera española Repsol en concepto de indemnización por la expropiación parcial de YFP, en otra muestra más del antiimperialismo de “patas cortas” que enarbola el kirchnerismo.

“Deberes”, reservas y devaluación…
Como se ve, el gobierno nacional está haciendo todo lo posible para volver a ser un país confiable para el mercado financiero internacional. Como “buen alumno” apunta a hacer todos los “deberes” que el sistema financiero le exige como condición para acceder al crédito externo, lo que de concretarse dará lugar a un nuevo ciclo de endeudamiento con organismos financieros internacionales, que será negociado por el ex ministro de economía Hernán Lorenzino.
Como embajador argentino ante la Unión Europea y al frente de la recientemente creada unidad especial para renegociar deuda externa, con sede en Bruselas (Bélgica), Lorenzino coordinará las negociaciones con los fondos buitres, el Club de París y con el mismo FMI, con quien Argentina está consensuando un nuevo índice de precios luego de la destrucción de las estadísticas públicas a raíz de la intervención del INDEC.
El problema de fondo que presiona hacia este “viraje ortodoxo” es la caída imparable de las reservas del Banco Central, que en la actualidad se ubican en una cifra crítica apenas arriba de los US$30.000 millones. La pérdida es constante y la Casa Rosada no logra revertir la tendencia. Para tomar real dimensión de esta declinación hay que tener en cuenta que en enero de 2011 las reservas ascendían a los US$ 52.600 millones aproximadamente (es decir, que en apenas tres años se perdieron más del 41% de las reservas).
Mientras tanto, aunque no lo admita, el gobierno nacional acelera el ritmo de devaluación del peso para ir “sincerando” poco a poco el tipo de cambio actual y acortar la brecha con el “dólar blue”.
De algún modo, luego de su derrota electoral en las legislativas, el gobierno está tomando como propio lo fundamental del programa económico del Frente Renovador de Massa. Y no hay que ser muy perspicaz para darse cuenta del impacto negativo en el consumo popular que tendrán estas medidas.

Nuevo gabinete para dos años agitados
El complemento de esta orientación son los cambios en el gabinete de ministros, que apuntan a generar un equipo político renovado para la administración de estas políticas. La designación de Jorge Capitanich, con un protagonismo inédito para un ministro en estos diez años de gestión kirchnerista, es un guiño para el PJ y la liga de gobernadores peronistas. A la vez, cumple la función de instalarle a Scioli un pre-candidato presidencial un poco más “propio” para disputar la sucesión en representación del oficialismo.
Por su parte, la llegada de Axel Kicillof a Economía, además de un mayor espacio para La Cámpora, tiene el condimento de permitir cierto barniz “keynesiano” a políticas económicas básicamente ortodoxas. En este marco, la salida de Guillermo Moreno del gobierno resultaba inevitable ya que su continuidad resultaba un obstáculo insalvable para lograr la “credibilidad” suficiente ante los empresarios y la opinión pública. Las otras modificaciones en el gabinete también van en línea con los objetivos políticos y económicos que el gobierno nacional se pone por delante.
De conjunto, estos cambios buscan un nuevo equilibrio de fuerzas dentro del oficialismo,  con gestos para cada sector en el que intenta apoyarse Cristina (el PJ y la juventud kirchnerista rentada por el Estado), con el fin de oxigenar el plantel político que debe afrontar los dos años finales de mandato de la Presidenta, que pintan agitados.

A profundizar la lucha popular
Sin duda, la implementación de un programa de estas características -de “enfriamiento” no declarado de la economía- se hará sentir entre nuestro pueblo. La aceleración de la devaluación del peso impactará sobre los salarios obreros y va a meter mayor presión a la inflación de los productos de consumo popular.
También son de esperar fuertes incrementos de tarifas en servicios, mientras ya se conoció la intención del gobierno de imponer los conocidos (y silenciados) “techos salariales” en las negociaciones paritarias del 2014 y la oposición en lo inmediato a las bonificaciones de fin de año que reclaman distintos gremios para paliar el retraso salarial.
Nuevamente quieren que seamos las y los laburantes los que paguemos los costos de una crisis ajena. Por eso es de esperar también un recrudecimiento de la política de criminalización de la protesta social para condicionar a la lucha popular. En este marco, y con la Ley Antiterrorista vigente, una eventual condena para los compañeros de Las Heras, por la histórica pueblada del 2006, servirá como escarmiento ejemplar para la clase obrera en nuestro país. Una revancha de los patrones por la osadía de los obreros que se animaron a cuestionar las ganancias empresariales.
Algo similar sucede con la reciente detención de los compañeros Fernando Esteche y “Boli” Lescano del MPR Quebracho, por el legítimo escrache realizado luego del asesinato del docente neuquino Carlos Fuentealba en abril de 2007. Mientras los compañeros son encarcelados, al rechazar la Corte Suprema el Recurso de Queja presentado por la defensa de ambos, el responsable político de la represión, el ex gobernador Jorge Sobisch, sigue absolutamente impune y jamás pisó ni por cinco minutos una comisaría.
Sin embargo, no podemos dejar amedrentarnos ni la judicialización de la lucha popular ni por la represión. Nuestro pueblo tiene una enorme experiencia de lucha en estas últimas décadas, de pelea por una vida digna en nuestros lugares de trabajo, barrios, Universidades y colegios.
Defendamos nuestras condiciones de vida con el protagonismo del pueblo trabajador, en la calle, con organización y lucha desde las bases, por salario, trabajo, vivienda, salud y educación para todos.
Por una Navidad sin hambre ni presos políticos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario