martes, 26 de febrero de 2013

A VENCER n°50 (Febrero 2013)


Para leer completa en PDF: http://mirargentina.org/avencer/av-50.pdf

EDITORIAL.
Tarifazos varios, reivindicaciones
obreras sin respuesta, fuego cruzado
por arriba, malestar y salarios que no
alcanzan por abajo. Las primeras semanas
del 2013 comenzaron a mostrar la
dinámica política de un año que, elecciones
legislativas mediante, será clave
para el futuro del gobierno de Cristina
Kirchner.
Paritarias calientes
En un escenario económico donde la
inflación no da tregua y corroe el poder
adquisitivo de los asalariados, el primer
semestre del año estará atravesado por
la puja salarial a desarrollarse en las negociaciones
paritarias.
La negociación docente marcará el
punto de inicio para una seguidilla de
discusiones sectoriales que en los meses
que vienen ganarán el centro de la
escena política. En el caso de los trabajadores
y trabajadoras de la educación,
el gobierno y la burocracia kirchnerista
de CTERA negocian primero un “piso
salarial” a nivel nacional, que luego funciona
como “techo” para el grueso de
las negociaciones provinciales. No resultará
simple este año, para las direcciones
sindicales provinciales que responden
a la lista celeste de CTERA de
la que proviene Hugo Yasky (SUTEBA,
SUTE, ATECH, entre otros ejemplos),
disciplinar a las bases docentes para que
acepten acuerdos salariales a la baja. Por
eso hay que meterles presión por abajo
y apoyarse en la referencia de las direcciones
opositoras y combativas -como
Neuquén y Santa Cruz-, que ya se perfilan
para dar batalla por una verdadera
recomposición salarial.
En términos generales, el gobierno
intentará imponer acuerdos apenas arriba
del 20% (por debajo de la evolución
del costo de vida) y por el plazo de un
año. Ejemplo de esta intención, para
desalentar las “expectativas inflacionarias”,
fue la negativa del Ministerio de
Trabajo de homologar un acuerdo salarial
de tres meses firmado a fin de año
por los titulares de entidades bancarias
y la burocracia del sector, alineada con
Moyano.
La fragmentación en cinco agrupamientos
gremiales (CGT de Caló y CTA
de Yasky, oficialistas; CGT´s de Moyano
y Barrionuevo, y CTA de Micheli,
opositoras), agrega complejidad a un
cuadro delicado, en el que hasta el más
chupamedias de los burócratas (sobran
candidatos para esa “distinción”) no la
tendrá fácil a la hora de firmar “mejoras”
salariales que a los pocos meses
van a ser trituradas por los aumentos de
los servicios, transportes y alimentos.
Una burla a los trabajadores
El reciente anuncio presidencial de la
suba del 20% del mínimo no imponible
para la cuarta categoría del impuesto a
las ganancias es una verdadera estafa,
un insulto a la inteligencia de los trabajadores
y trabajadoras. En verdad, esa
“suba”, que se ubica por debajo del incremento
de la inflación, no cubre siquiera
lo ya perdido y en cuatro meses
será un recuerdo: cuando a mediados de
año empiecen a pagarse los nuevos aumentos,
más trabajadores/as que ahora
estarán tributando nuevamente un impuesto
que sólo debería alcanzar a los
patrones o a personal jerárquico de altos
ingresos.
No está de más decir que la presidenta
no anunció ninguna modificación en
las escalas del sistema de asignaciones
familiares, lo que deja a millones de familias
asalariadas sin cobrar ningún tipo
de asignación. Otro buen ejemplo de la
“distribución de la riqueza” a la baja que
está impulsando la Casa Rosada, que en
lugar de “morder” alguna porción más
de la tasa de ganancia empresarial, promueve
una redistribución y puja al interior
de la clase trabajadora.
La economía en un año electoral
Impacto de la crisis internacional, insuficiente
tasa de inversión productiva,
desaceleración del ritmo de creación
de empleo, fuga de divisas al exterior,
sobreapreciación del peso y pérdida de
competitividad, son algunos de los nudos
críticos de la situación económica
que deberá afrontar el gobierno nacional.
Al respecto, párrafo aparte merece
la tendencia alcista del dólar paralelo
-alentada por factores estructurales y
también estacionales-, que comienza a
constituir un problema para el oficialismo.
En el editorial de AV Nº 43, de junio
de 2012, en ocasión de las corridas
especulativas con el dólar, señalábamos:
“Para los sectores populares, los principales
problemas cotidianos no se encuentran en las
(…) operaciones en las casas de cambio, sino
en la suba permanente de los precios en los
almacenes y supermercados. Las maniobras
especulativas en relación al dólar sólo pueden
convertirse en un tema acuciante para nuestra
clase trabajadora, si la cotización del dólar paralelo
(…) se convierte en referencia de precio
y los empresarios trasladan esa suba a los importes
de los productos”.
Ocho meses después, esta caracterización
es presentada públicamente
(¿como advertencia?) por el mismo
presidente de la Unión Industrial Argentina
(UIA), Ignacio de Mendiguren,
de posiciones afines a la Casa Rosada,
quien en un programa de la señal de
cable TN del grupo Clarín, ni más ni
menos, conjeturó que si se consolidaba
la brecha de más del 50% entre el dólar
oficial y el paralelo, los empresarios
comenzarían “lógicamente” a retocar al
alza su estructura de costos. Otro empujoncito
más para acelerar el ritmo de
devaluación administrada del peso, que
el Secretario de Comercio, Guillermo
“Patota” Moreno, proyecta en $6 para
fines de 2013.
En este escenario, el gobierno juega
todas sus fichas a que las medidas
contracíclicas, de inspiración keynesiana,
que tomó durante el 2012 (plan
de viviendas Pro.Cre.Ar, créditos a la
producción del Banco Central, proyección
de obras públicas, etc.) comiencen
a impactar rápidamente y sus efectos
reactivadores sean visibles antes de las
elecciones. Habrá que ver…
La batalla política y nuestros límites
Como dijimos al principio, este cuadro
de economía recalentada transcurrirá
en un año electoral clave para el
futuro del kirchnerismo, en el que los
armados políticos de los partidos patronales
(oficialismo y “oposición”) bailarán
al ritmo de la interna del peronismo
que empieza a ganar en ebullición (ver
artículo en página 2).
Para las fuerzas populares, una vez
más, el 2013 pondrá por delante el incómodo
escenario electoral que, nos guste
o no, nuevamente volverán a funcionar
como “termómetro” de nuestros avances
y limitaciones, por acción u omisión.
Lamentablemente, hoy las fuerzas principales
de la izquierda en Argentina, las
que socialmente son más reconocidas
como “la izquierda”, siguen teniendo
como característica central la incapacidad
de presentarse como una opción
de poder real. Su práctica sectaria y
electoralera hace que muchas veces,
en su desesperación
por figurar políticamente,
sean
a r r a s t r a d a s
por cualquier
sector de la
burguesía que
enfrente coyunturalmente
al kirchnerismo,
sin comprender que la intención de
una izquierda realmente revolucionaria
es romper con el sistema y no con un
gobierno en particular.
Esta ausencia contribuye a que valiosísimos
esfuerzos militantes y de construcción
de base se dispersen sin lograr
un canal de expresión política para una
voluntad de cambio que se manifiesta
en las luchas obreras por salario y contra
la precarización laboral; en los conflictos
por tierra y vivienda digna en
las barriadas populares; en las luchas
ciudadanas en defensa de nuestros recursos
naturales, contra el saqueo de los
pulpos mineros multinacionales; en las
peleas de nuestro pueblo por educación
y salud públicas, gratuitas y de calidad.
Desde MIR consideramos que esa
fuerza debe tender a organizarse en
un amplio frente político y social, antiimperialista
y anticapitalista, de alcance
nacional, que pueda erigirse como
sujeto real de intervención política en
todos los terrenos de la lucha de clases,
incluido el institucional, llegado el
caso. Y creemos que hay condiciones
para avanzar -inicialmente entre las organizaciones
que venimos coincidiendo
en coordinaciones y actos comunes,
como fue el último 20 de diciembre en
el Obelisco-, abordando seriamente la
discusión de perspectiva programática,
criterios organizativos y métodos de
construcción que deben orientar dicha
confluencia (ver nota en pag. 6).
Esa alternativa política unitaria que
debemos gestar debe ser parte estructural
de las luchas reivindicativas cotidianas
de nuestro pueblo, pero no puede
tener su punto final en ellas. Este límite
es una de las principales falencias de
muchas de las organizaciones populares
que estamos volcando los mayores
esfuerzos por construir una nueva izquierda
revolucionaria en nuestro país.
Y es el que necesitamos superar urgentemente
para ponernos a la altura de los
desafíos políticos que la realidad nos
pone por delante.

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